No deseo
engañarme más: mi jardín, el pequeño jardín en el que me he movido, es lo
contrario de la naturaleza, como lo contrario de un río es un pantano. Quizá el
pantano sea más práctico y más útil, pero el río no es él; el río, con sus
avenidas y sus estiajes, es lago vivo y fluyente. La naturaleza es la selva, la
jungla, la aridez o la felicidad: lo opuesto a los recortados macizos de un
jardín, lo puesto a la artificialidad domesticada de los setos y de las podas.
El desorden de fuera no lo entendemos porque es más grande que nuestro corazón.
Lo que entendemos es el orden del jardín, siempre tan confortable…
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