lunes, 31 de diciembre de 2012

La dolce vita


La vida, sea cual sea, es lo único que vale la pena: Lo sé ahora. Entre otras razones, porque no tenemos más que a ella, o porque por nada más que por ella somos tenidos. Ella es el recipiente, la conexión y la coherencia de cuanto nos sucede; sin ella, nada queda.

De ahí que la primera exigencia de un ser vivo sea vivir. Se trata de un deber previo a cualquier otro: vivir a pesar de todo, a costa d todo, de la vida también en ocasiones: tan primordial es esa obligación. Y vivir no es respirar. Respirar es sólo la posesión de una posibilidad. La vida verdadera es lo demás: la intensidad, el riesgo, la apuesta permanente, el avance y la avanzadilla, la utilización de los recursos, el despliegue de las potencias… Una jadeante búsqueda de seguridad, un exceso de cautela o de prudencia o de olvido. Por eso yo no me empeñaba en olvidar- empequeñecen la vida. Por el contrario, la curiosidad, la admiración, el desprendimiento, la aventura, la enriquecen, la multiplican y la ensanchan.

Quien la transforma en una costumbre ha empezado a perderla. En ella es esencial la sorpresa y congénita la novedad…

No hay comentarios:

Publicar un comentario