La vida, sea cual
sea, es lo único que vale la pena: Lo sé ahora. Entre otras razones, porque no
tenemos más que a ella, o porque por nada más que por ella somos tenidos. Ella
es el recipiente, la conexión y la coherencia de cuanto nos sucede; sin ella,
nada queda.
De ahí que la
primera exigencia de un ser vivo sea vivir. Se trata de un deber previo a cualquier
otro: vivir a pesar de todo, a costa d todo, de la vida también en ocasiones:
tan primordial es esa obligación. Y vivir no es respirar. Respirar es sólo la
posesión de una posibilidad. La vida verdadera es lo demás: la intensidad, el riesgo,
la apuesta permanente, el avance y la avanzadilla, la utilización de los recursos,
el despliegue de las potencias… Una jadeante búsqueda de seguridad, un exceso
de cautela o de prudencia o de olvido. Por eso yo no me empeñaba en olvidar-
empequeñecen la vida. Por el contrario, la curiosidad, la admiración, el
desprendimiento, la aventura, la enriquecen, la multiplican y la ensanchan.
Quien la
transforma en una costumbre ha empezado a perderla. En ella es esencial la sorpresa
y congénita la novedad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario