¿Quién no se
ha reencontrado con alguien a quien amó? Los ojos por los que nos iluminaba el
fulgor del mundo son unos ojos hoy corrientes: ni si quiera grandes, o de un
tono verde especial como nos parecía, o sin la oblicuidad que nos emocionó. Las
manos bajo cuyo tacto nos esfumábamos, hoy aparecen cruzadas, indiferentes,
invisibles de puro normales. Los labios por cuyos besos fallecíamos nos hablan hoy
de un tema tan poco interesante que miramos el reloj sin darnos cuenta…Qué
experiencia tan terrible la de enfrentarnos con a quien ayer amamos y con quien
ayer fuimos… ¿Tanto habrá cambiado? Se ha evaporado quizá el aliciente del
deseo. Paso el tiempo y transformó aquel ayer en hoy. No podré quizá tomar
entre las mías estas nuevas manos, inclinarme sobre esta nueva boca, reflejarme
en estos nuevos ojos.
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