martes, 4 de septiembre de 2012

Esa gota de deseo.

Nos enseñaron a tener paciencia,
 nos enseñaron a no andar descalzos,
 nos enseñaron a morir de viejos,
 nos enseñaron a vivir a plazos.
 Nos enseñaron a guardar silencio,
 nos enseñaron a temer la noche,
nos enseñaron que el placer es malo,
 nos enseñaron a crecer a golpes.
 Nos prohibieron las cosas más hermosas:
 ir al campo a robar brevas,
 bañarnos en el verano con las mozas en la alberca.
 Y crecimos enfermizos, faltos de aire y de besos,
 llena la piel de preguntas que contestaba el silencio.
 Pero aprendió la vida cuando moríamos de sed,
 era una fuente su cuerpo que invitaba a los sedientos a beber.
 Probamos la dulzura de la carne,
 supimos que aun estábamos a tiempo,
 nos hartamos de besos, de manzanas, declaramos la guerra al sufrimiento.
 Nos quitamos la vieja piel a tiras, renegamos de todo lo sabido,
 prometimos pecar a manos llenas, nos hicimos más tiernos y más niños.
 Ahora cada día tiene su fruto, cada noche su secreto
 y el tiempo es una mentira que han inventado los viejos.
 Al arrancarnos las vendas que nos negaban el cuerpo descubrimos el presente,
 que es lo único que tenemos.
 Y cantaremos a la vida y no abriremos la puerta a la muerte
 mientras dentro del cuerpo quede una gota de deseo.