domingo, 5 de febrero de 2012

Qué absurdo.

¿Hasta qué límite puede llegar el absurdo de un humano? Bueno, ¿Tiene límite?
Creo que nadie se da cuenta de su propia absurdez. Como quien dedica su vida a mentir a los demás, mentirse a sí mismo y también jugar a ser Dios manipulando los sentimientos ajenos. En esta situación también está la otra cara, igual de absurda o incluso más, la pobre personita que se cree las palabras del mentiroso, que a sabiendas que esas palabras son las mismas que le ha repetido una y otra vez a un gran y considerable número de personas, cree que ella es la excepción y que por fin esos vocablos cobran un real significado y tiene correlación con sus sentimientos… Las personas somos así de idiotas, creemos que somos tan especiales que tenemos esa barita mágica para transformar la maldad en bien (en tu perspectiva de bien) y viceversa, creer que tienes el gran poder de hacer el mal y crear dolor a través de un simulacro de situación bondadosa. Me parece absurdo vivir en una mentira permanente, ya sea mintiendo a los demás o creyendo en las mentiras del embustero.
No nos creamos tan especiales amigos/as ni tan sumamente egocéntricos, no seamos tan jodidamente imbéciles de pensar en que al calumniador lo vamos a dotar con la capacidad de sinceridad gracias a nuestra persona y a nuestra confianza en él. Ni que gracias a nuestro poder de convención podamos aprovecharnos del ingenuo y confiar en que nuestra vida no sea vacía y falta de sentido, porque al fin y al cabo estaríamos recibiendo afecto representando un personaje que no somos y por tanto ese afecto no sería para nuestra persona “real” sino para la ilusión que tú mismo has generado.