martes, 15 de julio de 2014

Y muérete pronto, amor de mi vida.

No voy a estar contigo ni un minuto más. Estoy harta de todas tus patadas. He dicho patadas. Y de tus camisas, de lavarlas y de plancharlas. Qué feas son tus desgraciadas camisas y eso que las elegí yo. No te quiero, me oyes, es que ya no te quiero nada. No me gusta el fútbol ni el tenis ni las novelas de romanos o de extraterrestres o de dragones o de cofres orientales o de lo que sea que tú lees por las noches antes de quedarte dormido como un cerdo. ¿Lo oyes bien? No me gusta nada, nada, nada el fútbol. Me parece una cosa monstruosa, el fútbol. No me gusta tu madre, ni tu hermana, ni tus primos. Que te largues. Llevo diez años a tu lado y en diez años no he abierto la boca. No sabes hacer café. No sabes acariciar. No sabes hacer una tortilla. No sabes llamar al fontanero. No sabes tender. No sabes amar. No sabes sonreír. Y me das tanta pena, porque en realidad es que me das pena. Pena. Sí, pena, porque no tienes culpa de nada. Sí, es verdad, sólo sabes poner el despertador y tomarte una cerveza con los amigos después de currar diez horas seguidas (tranquilo, no me tiraría a tus amigos aunque fuese los últimos falos erectos sobre la tierra porque son tan monstruosos como tú, monstruosidad no culpable, si quieres, pero no más que eso). Eres un Nosferatu posindustrial, amado mío. Diez horas trabajando. Llevo diez años oyendo lo de las diez horas. Diez años a diez horas para nada. <<Es que mi trabajo es muy importante>>, dices. Sí, no veas como está cambiando el mundo con tu trabajo. Se nota a diario, sí, el cambio del mundo, por tu voluntad trabajadora. Anda, pon el despertador. Ya tienes planchada la camisa. Mañana tienes mucho trabajo, amor mío. Pobre diablo, el amor de mi vida. Anda, acuéstate. Pobre diablo, que ya no se la encuentra, que ni si quiera tiene coraje de buscarse una amante. El tonto de mi marido no sabría qué hacer con una amante. Sí, ya sé que estás trayendo mucho dinero a casa, y ahora compraremos muebles nuevos y cambiaremos el coche. Bien. Es maravilloso. Me tiraría al fontanero, al policía municipal que trae las multas que te ponen por no saber aparcar, el vecino del quinto, al del sexto, al del tercero, y tú nunca notarías nada. Nada de nada notarías. Una mesa de madera maciza y un Penault Megane y una semana en Cancún. Tu camisa a cuadros, tu cinturón, tu pantalón de tergal y tus mocasines. Anda, amor mío, yo te pongo el despertador, mañana vas a hacer lo mismo que ayer, qué pasión. Trabaja, amor mío, madruga, amor mío. Tu única voluptuosidad: un frasco de Loewe comprado en el dutty free. Y muérete pronto, amor de mi vida. Me gustaría verte morir, ay, eso me pondría cachonda, eso me abriría la raja desde Ciudad del Cabo hasta Reikiavik. Muérete pronto pedazo de cabrón, que me jodes la vida a cada instante, a cada instante.

jueves, 10 de julio de 2014

Yo te cielo.

"¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida. Siento que desde nuestro lugar de origen hemos estado juntos, que somos de las misma materia, de las mismas ondas, que llevamos dentro el mismo sentido. Tu ser entero, tu genio y tu humildad prodigiosas son incomparables y enriqueces la vida. Dentro de tu mundo extraordinario, lo que yo te ofrezco es solamente una verdad más que tú recibes y que acariciará siempre lo más hondo de ti mismo. Gracias por recibirlo, gracias porque vives, porque ayer me dejaste tocar tu luz más íntima y porque dijiste con tu voz y tus ojos lo que yo esperaba toda mi vida."

Fragmento de una carta escrita por Frida Kahlo a Carlos Pellicer.

Noviembre de 1947.

sábado, 5 de julio de 2014

Te quiero porque...

Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mi será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños.

miércoles, 2 de julio de 2014