domingo, 13 de abril de 2014

Se acabó el show.

'Me agarré a David como si fuese el último helicóptero de Saigón. Volqué en él todas mis esperanzas de salvación y felicidad. Y, sí, me enamoré de él. Pero, si pudiese usar una palabra más fuerte que <<desesperadamente>> para describir cómo quería a David, la usaría, porque el <<amor desesperado>> siempre es el más bestia.

En los casos de amor desesperado siempre pasan estas cosas ¿no? El amor desesperado consiste en inventarse un personaje, exigir a la persona amada que lo represente y hundirnos en la miseria cuando se niega a convertirse en ese ser de ficción. Pero, ay, qué bien lo pasamos durante aquellos primeros meses en que él aún era mi héroe romántico y yo aún era su sueño viviente. Nunca había imaginado que pudiera existir tanta emoción y tanta compatibilidad. Nos inventamos un lenguaje propio. Hacíamos excursiones y nos perdíamos por las calles... Nos pusimos un mote, nos marcamos metas; hicimos promesas y juramentos.

Nuestros primeros meses era como el montaje cinematográfico de las escenas de enamoramiento de todas las películas de amor que hayan visto... Pero de repente todo cambió, fue entonces cuando él empezó a retroceder y cuando vi el lado oculto de mi apasionado héroe romántico, el David solitario como un náufrago, frío como un témpano, Inmaduro como un adolescente.

Lo cierto es que me había hecho adicta a David (en mi defensa debo decir que él lo había propiciado por ser una especie de hombre fatal) y ante su falta de atención cada vez mayor yo empecé a sufrir unas consecuencias fácilmente previsibles. La adicción es típica en todas las historias de amor basadas en el encaprichamiento. Todo comienza cuando el objeto de tu adoración te da una dosis embriagadora y alucinógena de algo que jamás te habías atrevido a admitir que necesitabas -un cóctel TÓXICO- sentimental, quizá, de un amor estrepitoso y un entusiasmo arrebatador-. Al poco tiempo empiezas a necesitar desesperadamente esa atención tan intensa con esa ansia obsesiva típica de un yonqui Si no te dan la droga, tardas poco en enfermar, enloquecer y perder varios kilos (por no hablar del odio al camello que te ha fomentado la adicción, pero que ahora se niega a seguirte dando eso tan bueno, aunque sabes perfectamente que lo tiene escondido en algún sitio, maldita sea, pero antes te lo daba gratis). Mientras tanto, tu ser amado te trata como si jamás te hubiera amado con una pasión fervorosa.

Pues ya está. Ya has llegado al destino final del amor caprichoso.'



Come, Reza y Ama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario