jueves, 4 de julio de 2013

Regresé.

Ayer, poco más y me echo a llorar.
Me miré en el espejo y, de repente, fui plenamente consciente de todo el tiempo que llevaba sin regresar al País de Nunca Jamás. En ese momento, me acordé de lo que me dijiste: << Peter, rompió su promesa, se colocó una corbata y creció.>>
Que poco me gusta hablar del pasado con la boca llena de nostalgia.
Tampoco me gusta cuando no sé qué decir o no tengo ni idea de qué es lo que espera la gente que diga. Me parecen situaciones incómodas, suelo evitarlas. Al igual que fingir la sonrisa y el interés.
Por lo general, prefiero la compañía de la música antes que la de los humanos.
Cada vez me cansa más que la gente insista en "hacer como que me conoce".
Vamos por la vida intentando desnudar almas, y muy bien, no digo que conocer gente esté mal pero luego todos dejamos mucho que desear. Asumamoslo. Es que caminamos buscando decepciones y, después, nos echamos a llorar.
Quizá, acá, se encuentre mi problema: Las decepciones; ese historial interminable de todas la veces que he decepcionado a alguien.
Y es por eso que ya echo la llave a cada puerta, por todas esas veces que han entrado en mi vida y se han dedicado a abrírmelas de par en par, desordenándolo todo, desnudándome por dentro.
No soporto, que tras todo ese caos, me dediquen cuatro palabras estúpidas de ánimo e insistan en encenderme la luz cuando yo quiero tener el mundo apagado.
Lo que realmente pienso es que tengo miedo a las personas y a que tomen papeles importantes en mi vida.
¿Qué les hace pensar que deseo ver cómo me despellejan y abren mi Caja de Pandora?
No esperes que me quede quieta mirando cómo me invades y me destripas.
No te sorprendas cuando, de repente, desaparezca. Suelo hacerlo, no eres el primero ni serás el último.

No hay comentarios:

Publicar un comentario