lunes, 10 de junio de 2013

Tóxico.

Todo empieza cuando el objeto de tu afecto te inyecta una fuerte y alucinógena dosis de algo que nunca te has atrevido ni si quiera a admitir que querías, un emotivo chute de amor y emoción descontrolado. Pronto empiezas a ansiar esa atención con el mono de una yonky, cuando te la deniegan enfermas, enloqueces, por no hablar del resentimiento que sientes hacia el camello que te enganchó y que ahora se niega a pasarte tu droga. ¡Maldita sea! Y antes te la regalaba sin pedírselo. Lo siguiente eres tú en los huesos, temblando en una esquina, con la única certeza de que venderías tu alma para poderlo probar una vez más. Mientras tanto el objeto de tu adoración ahora siente repulsión por ti. Te mira como si no te conociera de nada. Lo irónico es que él no tiene la culpa. En fin, mírate bien, eres una calamidad, no puedes reconocerte ni con tus propios ojos. Y has llegado al destino final de tu encaprichamiento, la total y despiadada infravaloración de ti misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario